Amanecer del 22 de julio 2074

Abrió los ojos esa mañana con la pura convicción de que moriría ese día. Decidió romper con todos los ritos que hacia cotidianamente al levantarse. Fue despacio a la cocina y se dispuso a preparar el desayuno. Saco un pequeño sobre de café que había vivió tranquilamente durante años en su despensa. Mientras buscaba la cafetera, aun sin probar su primer café, se topo con el collar de Federico y echó de menos el paseo mañanero que compartían juntos, pero ya hacia varios meses que lo había dejado solo. – ¡Oh! Gran compañero, me dejaste solo en la recta final. – Se dijo en su fuero interno, mientras conectaba la cafetera.

Se dirigió al refrigerador decidido a preparar el desayuno para un rey, hacia mucho tiempo que no se detenía a disfrutar aquellas horas de la mañana en la mesa de su cocina con vista a su amplio jardín trasero. Obtuvo de su refrigerador todo lo que se le antojó. Una joven, con cara de sueño, entro y le interrumpió sus pensamientos.

- ¡Señor! ¿Que hace usted de pie? Yo me encargare del desayuno, vuelva a la cama.- le dijo alarmada, tomando todo los alimentos de sus manos.
- Hoy no estaré en la cama. – respondió con aire tranquilo, mientras contemplaba a la joven apurada tomar los alimentos.
- De acuerdo, puede sentarse, en unos minutos preparare todo esto. – le dijo mientra tiraba a la basura el sobre de café ya sin espíritu.
- Por favor, por este día, no cuides mi colesterol y mucho menos mi azúcar. – le dijo mientras salía de la cocina a pasos lentos y cuidadosos. Ella lo entendió.

Se dirigió a su biblioteca donde estaban todos sus pozuelos. Tomó la escalera de madera adherida a la gigantesca vitrina, de caoba tallada, empotrada en la pared donde descansaban atesorada su gran colección. La escalera se deslizo silente por los rieles hasta llegar al otro extremo. Se dispuso a subir hasta lo más alto para buscar uno de sus primeros pozuelos con el cual quería tomarse aquel café.

Rodó el cristal y tomo uno de ellos, de un blanco de perla que perdió su brillo, tan liso y limpio como una hoja de papel, tan diferente a todos los demás. Se regalo una sonrisa pensando que aquel pozuelo lo había elegido porque no tenía más opción. Y ese día, al contrario del actual, no estaba pretendiendo morir y mucho menos que nadie le arrebatara su vida o su libertad.




Verano del 2001

El lujo de aquel hotel con playas paradisíacas recibió a una gran caterva de jóvenes sedientos de diversión esa tarde. El y su amigo compartían la habitación con dos desconocidas jovencitas. Los cuatros adolescentes se depusieron a dejar sus maletas, ansiosos de disfrutar el delicioso fin de semana. Una de las chicas, la cual no conocían le contaba que venían con todos sus compañeros del colegio, pero preferían estar con ellos, que al parecer eran mas maduro, tal vez cuidando de no dejar notar el otro interés hacia ellos. Juntos disfrutaron el resto de la tarde y al caer la noche se ahogaron en alcohol hasta quedar los cuatros tendidos en las dos camas de la habitación de hotel.

El dolor de cabeza le despertó primero que a todos esa mañana. En algún lugar había escuchado que el café aliviaba la resaca y se dispuso a preparar un poco en la moderna cafetera de la habitación. Cuando el aroma se adueñó de todo el lugar, aun en calma, tomo de la cómoda uno de los horribles pozuelos, blanco perlado, dándole una mirada de desagrado. Vertió el liquido y lo endulzo lo mas que pudo para tratar de disfrazar el desagradable sabor que le hacia sentir en el paladar. Sintió como aquel amargo disfrazado de azúcar se deslizo por su legua mientras entrecerraba sus ojos. Esperaba el resonar de sus intestinos para ir al baño a causa de aquel oscuro enemigo.

El día transcurrió perfecto, las dos chicas hacían lo imposible para divertirlos. Al llegar la noche los cuatro se dirigieron a la disco, ahí estaban todos los compañeros de las chicas las cuales solo querían estar con el y su amigo. A mitad de la noche su amigo prefirió retirarse y el le acompañó, las dos chicas trataron de persuadirlos pero ellos no cedieron. Al volver a la habitación se acostaron exhaustos, el sueno llego casi de inmediato.

El grito de una cama interrumpió sus sueños. Al voltearse noto que su amigo aun dormía pero en la otra cama las dos jovencitas brincaban y gritaban con vasos de cristal con un líquido de color extraño. Una de ellas lanzo su vaso contra la cómoda rompiendo el tope de cristal, mientras que la otra saltaba hacia la otra cama y vertía sin contemplación aquel líquido en la cara de su amigo. El le gritaba que se tranquilizar y no lo hiciera. Su amigo al sentir el frío se giro sobre su cuerpo haciendo que ella cayera en el espacio entre las dos cama y entre gritos y carcajadas volvió a lanzar mas liquido. Su amigo al fin despertó espantado, con un movimiento rápido y brusco su mano izquierda se estrello con gran fuerza sobre la mejilla de la jovencita.

El lo vio todo en cámara lenta. La chica cayó tendida en la cama contigua a los pies de su amiga que aun brincaba. Cuando una gota roja tiño las sabanas blancas de la cama todo quedo en calma. La chica aturdida toco sus labios ahora bañados en sangre.

Sus gritos se adueñaron de los pasillos, mientras corría a toda prisa hacia la disco. El corrió tras ella. Cuando al fin la alcanzo trato de explicarle que era un accidente, pero ella no le escucho. El volvió a la habitación y encontró a la otra jovencita aporreando a su amigo con golpes desorganizados mientras el trataba de cubrirse. La levanto por la cintura apartándola de su amigo y la saco de la habitación, cerrando la puerta con llave.

- ¡Estamos en problemas!
- ¡Fue un accidente!
- Lo se, pero sus amigos en la disco no nos creerán. – le dijo tratando de mantener la calma.
- Iré a la disco y tratare de aclarar el inconveniente. No le abras la puerta a nadie. – le dijo mientras salía al pasillo solitario.

Al parecer la otra jovencita había ido a la disco a convocar a sus compañeros para el gran final de la noche. En el lobby escucho los comentarios de que dos muchachos habían golpeado a dos jovencitas y que ya la policía venia en camino. Sintió un temblor en el estomago mientras trataba de deslizarse con naturalidad y siguió el camino hacia la disco. Avisto un gran tumulto de jóvenes que corría en su dirección. No creyó que lo reconocerían, giro sobre sus talones y camino como si no fueran con el. Al entrar al lobby miro con disimulo sobre su hombro para notar que estaba fuera de la vista de la multitud y de inmediato corrió tan rápido como se lo permitió el piso cristalino del esplendoroso lugar.

- ¡Abre la puerta! – le grito mientras la golpeaba fuerte.
- ¿Que paso? – le respondió su amigo al abrir, con la cara tan blanca como los silentes pozuelos sobre la cómoda rota.
- ¡Tenemos que salir de aquí! – le dijo sofocado mientras buscaba su maleta.
- ¿pero que paso?

En ese instante se escucho en el pasillo un millar de pies pisando fuerte y rápido. Los dos quedaron inmóviles y en silencio tratando de identificar aquel ruido. Los dos se miraron pero no se atrevieron a confirmar que era una estampida y en ese momento su amigo le imito y busco su maleta. La multitud se oía cada vez más fuerte. Los dos empacaron lo que pudieron y le dieron gracias a Dios por estar en un primer nivel. Mientras se dirigían a la pequeña terraza le dedicó una última mirada a la habitación procurando que no se le quedara nada. Su mirada se detuvo en la cómoda, y entre cristales rotos, uno de los insípidos pozuelos le tendió su oreja y el la tomo, lo entro rápidamente en la maleta y corrió de tras de su amigo que ya había brincado la baranda.

Corrieron por los oscuros jardines hasta llegar a la playa. Su amigo estaba en un letargo, algo incomodo para el, obligándolo a tomar las riendas de la situación. Mientras a lo lejos veían al grupo de jóvenes enfurecidos revisar la habitación.

- Tenemos que salir de aquí. – le dijo a su amigo, sentándose encima de su maleta.
- ¿Pero como? Son las tres de la madrugada.
- Pues tendremos que dormir aquí en la playa, e irnos cuando amanezca. A menos que tomemos el riesgo de cruzar al otro lobby.

Bordearon toda la playa hasta el otro extremo del complejo. Su amigo se quedo escondido mientras el ordenaba un taxi. Oía los comentarios del personal de recepción y trato de mantener la calma y actuar natural.

- Dos jóvenes de la parte sur del complejo golpearon a sus novias en la habitación, parece que querían violarlas. – decía un hombre algo afeminado a su compañera.
- Gracias a Dios la policía llego y lo están buscando.
- Suerte que no paso en esta parte del hotel.
- ¡Disculpen! ¿En que tiempo llegara el taxi?
- En unos minutos joven, puede sentarse y tomar algo si gusta. – le respondió el recepcionista con una amabilidad sarcástica.

Un pequeño autobús blanco se aparco en la entrada del lobby al tiempo que el recepcionista extendía con extraña gracia su mano, avisándole que su taxi había llegado. Subió al vehículo sin despedirse y ordeno al chofer ir por la parte en remodelación del hotel.

Después de varias vueltas para encontrar el lugar se adentraron a un parte oscura y atestadas de escombros de construcción y en la oscuridad de las fauces de un edificio estaba la silueta de su amigo sentado en los escalones y abrazando su equipaje. La luz del vehiculo le hizo cerrar los ojos cuando doblo dejando su costado derecho ante sus ojos. En ese instante no sabía que saldría de ese minibus cuando la puerta comenzó a deslizarse.

-¿Piensas quedarte ahí sentado?- le dijo a su amigo, mientras bajaba el cristal del copiloto algo enfadado.

De un brinco su amigo estuvo de pie, entrando rápidamente al minibus. Cuando al fin subió al vehiculo el le dio instrucciones al chofer de salir del hotel y llevarlos a la parada de autobús con destino a la ciudad.

- ¡Buenas noches oficial! ¿Que esta pasando? – pregunto el chofer a unos del ciento de policías que rodaban el área de la disco.
- ¡Imagine! Dos jovencitos intentaron violar a sus novias, uno de ellos llego a golpear a una de las chicas. Ahora los estamos buscando en todo el hotel.
- ¡Chofer! Nos podemos ir por favor…

Ya acomodados en los incómodos asientos de aquellas guaguas viejas, después de haber esperado casi una hora en una estación llena de polvo y personas extrañas, el abrió su maleta y saco aquel pozuelo que había hurtado de aquella habitación de hotel lujosa y fue en ese momento que su cara esbozo una sonrisa de victoria al verse sanos y salvo dirigirse a casa.





Con la misma sonrisa de victoria descendió con cuidado las escaleras diciéndose en su fuero interno que no moriría rompiéndose el cuello en una caída. Al pisar el suelo frío de su biblioteca con sus medias con estampados divertidos se dirigió a la habitación contigua y noto que el desayuno estaba impecablemente servido en el comedor principal.

- ¡Señor, que disfrute su desayuno! – le dijo la bella jovencita ahora mas despierta, mientras entraba al gran comedor con un florero atestado de flores frescas y el ultimo libro que el señor había tomado en lectura.
- ¡Gracias!- le dijo mientras le extendía el pozuelo para que lo incluyera en el servicio y tomando una tostada antes de sentarse.

Esperó sentado en la mesa, tragar el último bocado de su desayuno, saboreo el último desagradable sorbo de café en su pozuelo viejo y se levantó en silencio. El resto del día se dedico a mimarse como nunca lo había hecho.

Sentado solo en su jardín, con su libro favorita en las manos esperaba la muerte que se asomaba como el crepúsculo de aquella tarde sin brisas frescas. Estaba demasiado viejo para pelear, no quería reñirle a lo que en esa tarde de julio le tomaría con cariño la vida. Al verla de frente confirmo que aun no le temía y espero dolor.

Sintió como poco a poca su vida se desprendía de su cuerpo, su respiración era cada ves mas lenta, mientras solo miraba las paginas, para el ahora en blanco, de aquel libro abierto entre sus piernas. Con el ultimo aliento y algunos vestigios de fuerza, cerro la obra y respiro al ritmo de la muerte.

No sintió dolor y cuando su alma se despidió de su cuerpo dejo caer como un último reflejo el libro que sostenía. Cayó sin pena al suelo dejando al descubierto su nombre frente al cuerpo inerte de su dueño: Colección de Pozuelos.
.
.
.
.
Powered By Blogger