Un Gran Honor
11:51 | Author: Urbano
Yo formo parte del grupo de sobrevivientes de aquel esclavizante lugar, donde fuimos entrenados para la vida de una manera poca ortodoxa. Todos aprendimos a usar peligrosas maquinarias con muy bajos niveles de seguridad, que gracias a dios y a todos los santos nunca ninguno de nosotros sufrimos un accidente lamentables. Los pocos que no corrimos con mucha suertes no pasamos de casi perder una uña afilando algún metal templado en una rueda de un material capaz de rayar el material mas duro, que giraba a mas de 400 revoluciones por minuto.

Cuando nuestros padres decidieron por nosotros y nos internaron de tras de esos altos muros, éramos la feliz suma de cincuenta y cuatro valientes de los cuales solo diecinueve alcanzamos la graduación.

Nuestra amistad fue forjada en las altas temperaturas del trabajo duro, humillación de maestros intransigentes y directores implacables. Éramos mas que compañeros de prisión, éramos hermanos. Aprendimos a aceptarnos y a pelear por cualquier integrante de nuestra tribu. Nos movíamos en el patio del colegio como un cardume de peces azules de cabezas blancas.

Diez años después las cosas han cambiado mucho, ya la mayoría son hombres responsables de familia, muchos han seguido lo que aprendimos juntos, otros hemos decidido andar otros caminos, pero en esencia cuando todos estamos juntos volvemos hacer lo que éramos, aquel cardume de peces azules de cabeza blanca.

- Hola! Oscar comos estas! Soy yo Juan Pablo!
- Mi hermano!! como estas? Cuanto tiempo sin oírte!
- Si lo se.... desde que tu y Luciano se fueron a trabajar para ese pueblo se nos ha hecho difícil mantener contacto.
- Si... es verdad!
- Pero te estoy llamando para avisarte algo.
- Que pasa?
- José tuvo un accidente, esta muy mal, todos vamos para la clínica.
- Juan Pablo! Tengo que colgar, voy a empacar, le avisare a Luciano y salimos de inmediato para la capital.
- Pero no tienen que trabajar?
- Eso tendrá que esperar!!


Oscar, fue el líder de nuestra tribu, durante los cuatro años, todos lo respetábamos y su palabra era ley. Juan Pablo es el que ha mantenido los pequeños grupos unidos. Al separarnos todos nos dividimos en pequeños grupos. Estas pequeñas cofradía siguen inseparables hasta la fecha.

Todos en la clínica esperábamos respuesta del estado de José. Todos vimos salir al doctor con la cara de malas noticias, era como si un hermano de sangre estuviera en el lugar de José. El doctor comenzó a hablar, nadie lo interrumpió, cuando el medico termino, solo nos dio las espalda y cabizbajo se marcho por aquel pasillos blanco de luces muy brillantes hasta que nuestros ojos llenos de lagrimas lo perdieron de vista.

José Madera había quedado incapacitado, había perdido los dedos de la mano derecha y el setenta por ciento de la movilidad de la mano izquierda, todos pensábamos en su familia, ya el tenia tres niños y una esposa pero todos estábamos concientes que el no se rendiría.

Al vernos todos juntos por primera vez en una década no pudimos dejar de sorprendernos que éramos una gran familia, nuestro hermano sufríos un accidente y todos corrimos a estar presente por si el nos necesitaba. En pocas horas todos empezamos aceptar la realidad de Madera y de pronto en aquella sala de espera se convirtió en el patio de nuestro colegio, las enfermeras no podían con nosotros al igual que los profesores en aquellos tiempos, y por primera ves en diez años Oscar hablo, era la primera ves que lo veía desde que nos despedimos en la noche de graduación y a pesar que éramos hombre, volvimos hacer los mismo adolescentes que Oscar sabia controlar.

- Muchachos!! Sabemos que nuestro querido José se va a recuperar, pero no estamos en un lugar para hacer un desorden y un bullicio como si estuviéramos en el patio del colegio. Les propongo algo, ya nos hemos dado cuenta que tenemos la capacidad de reunirnos todos. Cuando José se recupere reunámonos nuevamente un domingo con nuestras familias. ¿Quien esta de acuerdo?

Aquel patio de colegio improvisado desapareció y se convirtió en una sala de espera llena de hombres callados como niños. Cledimir fue el primero que levanto la mano para dar su aprobación luego le siguió, como un fantasma, las esposa de Madera que había entrado sin darnos cuenta en la sala, acto seguido todos levantamos la mano y así fijamos la fecha, el primer domingo después que José saliera del la clínica.

Fue una actividad grandiosa, todos compartimos como hermanos, nuestra tribu había crecido, ya había niños corriendo, las esposas hacían amistad, hablando de sus niños e intercambiando recetas.

En un momento de la actividad yo estaba junto a José, hablábamos de cosas sin sentido cuando sus dos hijos mas grande le halaban el pantalón.

- Papi! Papi! Amarranos las agujetas de los zapatos.

Sentí una pena inmensa cuando esos niños le pedían a su padre algo que no podía hacer. Cuando Madera y yo trabaja juntos en equipo me incomodaba con el porque le encantaba darme ordenes y esto siempre era motivo de discusión entre nosotros.

- Friás! Amarrales las agujetas!

El en ninguna parte de su petición incluyo un “por favor” en realidad fue una orden. No titubeé en acatar la orden, me arrodille y amarre las agujetas de los dos niños. Al arrodillarme no me sentí subordinado, ni mucho menos ofendido, pero en mi solo sentía un gran honor. El honor de sustituir a un padre en su trabajo, el honor de haber pertenecido y sobrevivido en esta tribu, el honor de haber conocido a ese grupo de hombres valientes y la satisfacción de que soy parte de una gran familia.



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